La mayoría de las veces una consulta se ve impulsada por un malestar, una queja. Algo ha devenido insoportable, profundamente incómodo.
Eso que no deja de tropezar en la vida de alguien deviene síntoma analítico en la medida en que es alojado y puesto a hablar en el marco del dispositivo psicoanalítico basado fundamentalmente en la eficacia de la palabra. Allí adquirirá un valor especialísimo, al modo de una brújula, orientando la dirección de cada cura. Allí se tornará analizable (síntoma propiamente analítico) en tanto se dirige al saber inconsciente, abriéndose a su despliegue la dimensión de la causa del padecimiento, es decir, haciéndole lugar a un Otro escenario psíquico que alude a la realidad sexual inconsciente en términos de causa.
Gracias a las operaciones específicas del analista sobre las libres ocurrencias del paciente, el síntoma abandona su estatuto de padecimiento enigmático para devenir pregunta por el motivo de ese padecimiento, y en este movimiento el sujeto queda implicado en él a partir de su división subjetiva. Es decir, al apuntar el analista a la dimensión de la causa incita a una transformación del síntoma que ahora se dirige al saber inconsciente, un saber inconsciente del cual se goza. Así las cosas, el síntoma se vuelve transferencial en la medida en que se dirige al analista incluyéndolo en su estructura.
Se entiende entonces que la política del psicoanálisis sea la política del síntoma, de la particularidad, del caso por caso y que en consecuencia sea imposible la estandarización de nuestro quehacer. Esto quiere decir que en el curso de un tratamiento no se buscará acallar el síntoma ni erradicarlo, medicalizarlo u obturarlo de sentido pues, en tanto encierra en su núcleo el particular modo de goce de un sujeto, revela su singularidad.
Siguiendo a Lacan en su definición del síntoma como
“…la manera según la cual cada uno goza del inconsciente en tanto que el inconsciente lo determina”
Lacan, J.: Seminario 22 RSI, Clase 6 del 18/2/75. Inédito.
, la experiencia analítica propone una escucha orientada a lo real que permita situar dicho goce, aislarlo y volverlo legible en su escritura para, en su reducción, posibilitarle al analizante la ganancia de un mayor grado de libertad respecto de esta compleja articulación entre significante y cuerpo. En definitiva, se apunta a encontrar un saber hacer con ese goce, con ese modo de funcionamiento singular, en lo que pueda modificarse o recortarse y también en aquello que persiste y resiste como incurable en el recorrido singular de un análisis, para seguir adelante la vida con el menor malestar posible.
“Conocer su síntoma quiere decir saber hacer con, saber desembrollarlo, manipularlo. Saber hacer allí con su síntoma, ese es el fin del análisis”
Lacan, J.: Seminario 24 L’insu, Clase del 16/11/76 Inédito.